En estos días se escuchaban rumores y noticas sobre la posible renuncia del Papa Francisco, algunos medios, ante un posible quebranto de la salud del Sumo Pontífice, daban por hecho esa posibilidad. Quizá, se dejaron llevar por el humilde ejemplo de la renuncia del Papa Benedicto VI, para aplicarlo al Pontificado de Francisco. Ante estos rumores, el Santo Padre ha manifestado, en entrevista pública, que “Ahora no es el momento de renunciar”, o que Dios se lo esté pidiendo. Con serenidad, respondió que es consciente de su problema de salud, con el limitante de su rodilla, del cual se recupera, poco a poco, y que le haya impedido hacer algunos viajes que ya estaban agendados. El mismo pontífice mencionó que el testimonio de “Benedicto XVI” le ayudará para tomar una decisión. Si en algún momento, decía, “veo que no puedo, o que hago daño o que soy un estorbo, espero que la fuerza de ese ejemplo me ayude a tomar una decisión”. Sin duda alguna que sus enemigos y detractores querrán que ya no siga adelante o que, conscientemente, de un paso a un costado. Aquellos que lo queremos y oramos siempre por su bienestar y su perseverancia, deseamos que siga adelante, en la misión a El confiada. En honor a la verdad debo decir que, en el Papa Francisco, tenemos un Hombre de Dios, que sigue testimoniando, con su coherencia de vida, el Evangelio que predicamos. No es un Papa cansado, aburrido o agobiado. Todo lo contrario, cuando lo vemos, notamos su reluciente rostro de alegría y serenidad y su espíritu valiente y noble para seguir anunciando la verdad de Dios. Esto nos indica que aún tenemos como, recita el refrán popular, “Papa para largo”.
En la entrevista el Sumo pontífice hizo conocer que en su mente no está regresar a su país natal, sino que le gustaría quedarse en Roma como Obispo emérito y escuchando a su gente en un confesionario.