Los diáconos se ordenan mediante la imposición de las manos heredada de los apóstoles, para desempeñar eficazmente su ministerio por la gracia sacramental.
Con alegría y confianza el 27 de junio, en la Catedral Metropolitana de Cuenca se ordenaron como diáconos transitorios tres seminaristas. La celebración que fue presidida por Mons. Marcos Pérez. se caracterizó por un ambiente festivo. “Cristo concede a los hermanos Adrián Chiqui Montenegro, Fabricio Dávila Orozco y Jaime Portillo León, configurarse con Él mismo en el Orden Diaconal”.
“Nuestra fiesta de hoy es grande. “Vocación y misión van de la mano. Los fenómenos actuales de la increencia, la falta de formación en la fe y los problemas de nuestra sociedad, urgen la necesidad de una evangelización permanente”, manifestó Mons.
En esta fiesta también se celebraron las bodas de plata sacerdotales de algunos presbíteros y diáconos permanentes.
El alma de los seminaristas y sus familiares se vio invadida de una gran emoción, pues ellos han sentido el llamado de Dios desde temprano.
Fabricio Dávila Orozco nació en Puyango, Loja. Es el ultimo de diez hermanos. Aunque sus padres ya fallecieron, recuerda que de ellos aprendió la fe. Su madre tenía la costumbre de rezar todas las novenas, y llevar a todos sus hijos a misa. Fabricio cambió la carrera de odontología por la del sacerdocio. “Acá ya no voy a salvar una pieza dental, voy a salvar un alma”, ha dicho muy emocionado.
Adrián Chiqui Montenegro es de Santa Ana, Cuenca, tiene 26 años. Nos cuenta que su vocación se fue dando cuando inició como catequista en San Alfonso. Un día recibió la visita del P. José Rubén, quien le dijo “he llegado porque el Señor te ha llamado”. Esa invitación le conmovió mucho. “Dios en verdad me ha llamado. Uno no es el que toma la decisión, sino el que acepta la voluntad de Dios”, manifestó.
Jaime Portillo León tiene 32 años, es oriundo de Guel, Sígsig. Hace pocos días regresó de Roma, donde realizó estudios teológicos. “Cuando el Señor te llama, te invita y te da la fuerza para responder. Por ello he decidido responder este llamado ingresando al Seminario. El Señor jamás te abandona, jamás te deja solo, siempre te motiva, te muestra su camino y su luz para seguir respondiendo al llamado que Él te hace en la vida cotidiana”, comenta.