HISTORIA DEL ARZOBISPADO DE CUENCA
Por: Juan Chacón Zhapán.
Dr. de Historia/Profesor de la Universidad de Cuenca
ENFOQUE REGIONAL
El desarrollo histórico del Ecuador se comprende mejor por la aplicación del enfoque regional, que implica la actividad de la Iglesia católica en el Austro, donde ha desarrollado una presencia multidimensional. Este enfoque cobra relevancia al comprobar la variedad de respuestas locales que han sido organizadas bajo la coordinación general del Arzobispado de Cuenca. La historia de la región centro sur del Ecuador se integra por la constitución del Arzobispado de Cuenca que incluye la diócesis de Cuenca, Loja , Machala y Azogues. Esta jurisdicción reproduce, en parte, la primera delimitación colonial del obispado de Cuenca, cuyos límites avanzaban, hacia el sur, hasta confinar con el obispado de Lambayeque, por el norte, con el obispado de Quito, incluyendo la provincia de Guayaquil y, al Este, con la Amazonía, incluidas las regiones de Jaén y Mainas.
LA DIÓCEIS DE CUENCA
La historia de la Iglesia de Cuenca se ha desarrollado en constante interacción con el poder civil. Sus objetivos se han determinado por los preceptos doctrinales de la Sede romana, intermediados, especialmente durante la Colonia, hasta el siglo XIX, por las decisiones del Estado político. La alianza entre la Iglesia y el poder temporal del Estado se ha justificado por el deseo de conservar los valores de la cristiandad, implantados en las sociedades locales desde la conquista española.
Mientras tuvo vigencia el gobierno español, durante la Colonia, la Iglesia estuvo estrechamente ligada a las políticas y leyes emanadas de la monarquía española, bajo la responsabilidad del real patronato.
Destaca su posición de defensa y conservación de los indígenas, asumida por la Iglesia, bajo la doctrina de Las Casas, frente a las arbitrariedades de los encomenderos. El cabildo de la ciudad de Cuenca empezó a cumplir sus obligaciones patronales, a partir del 21 de agosto de 1557, designando al mayordomo de la santa Iglesia, encargado de cubrir los gastos del culto religioso, de la construcción del edificio de la Iglesia y de la administración de los bienes eclesiásticos. El Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, hizo merced de 1.000 pesos para que empezara a construir la iglesia mayor, en vista de que todavía no contaba con las rentas provenientes de diezmos.
El interior de la iglesia estuvo constituida por el altar mayor y las capillas laterales, donde se celebraban las misas pagadas por los vecinos principales. El ejercicio del culto religioso llegó a constituir un asunto de preeminencia social, luego que los vecinos principales adquiriendo la propiedad de las capillas, estableciendo la preferencia en el asiento y el derecho de enterrarse juntamente con su familia.
En los pueblos de indios, durante la Colonia, los sacerdotes se convirtieron en padres espirituales con jurisdicción espiritual y temporal. La Corona favoreció, de preferencia, la acción de los párrocos subordinados a sus obispos, con quienes organizó la acción política de la feligresía.
Los párrocos que ejercían el culto disfrutaban de la renta que producían las capellanías, afianzadas en propiedades inmuebles ubicados dentro y fuera de la ciudad. Esta fue una forma cómo la Iglesia llegó a ser dueña de tierras, compartiendo con los encomenderos, dueños de haciendas, el reparto de indios para el trabajo productivo. La economía de la Iglesia se afianzaba mediante la percepción de los diezmos y el cobro de los derechos de bautismos, matrimonios y defunciones.

La expansión de la ciudad y el aumento poblacional conllevó el crecimiento de la Iglesia. Hacia finales del siglo XVIII, la ciudad de Cuenca tenía unos 19.000 habitantes, y la jurisdicción de la provincia unos 80.000 almas. La feligresía estaba servida por 56 párrocos, 5 comunidades religiosas de varones (dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, betlemitas) y 2 comunidades de mujeres(Conceptas y Carmelitas).
Cada una de esta instituciones religiosas había construido sus propios conventos e iglesias dentro de la ciudad y en el campo. Existía un total de 173 miembros de vida activa y contemplativa. La vida de la sociedad civil se desenvolvía alrededor de la ritualidad impuesta por la Iglesia, desde el acto inicial del bautismo hasta la defunción y el acompañamiento de las almas en ultratumba. Dichas acciones fueron consignadas en registros celosamente conservados en archivos. Este rasgo es indicativo de la cultura letrada difundida por la Iglesia, ligada a la escritura y a la lectura, propios de los hábitos urbanos de su actividad civilizadora.
La capacidad de acción de la Iglesia se reflejaba en la concentración de la propiedad rústica y en el manejo del crédito financiero. Resalta el prestigio que tenían las monjas conceptas, por la capacidad de préstamo de dinero procedente de la acumulación de las dotes de las religiosas, administración de sus haciendas trabajadas con fuerza laboral indígena y legados de personas influyentes de la ciudad.
Los jesuitas se establecieron en Cuenca en 1611. Tuvieron casa y colegio con aceptación general del vecindario. Las haciendas que tenían en el valle de Yunguilla producían bienes que llegaban a la ciudad, en recuas que se detenían en el Ejido, a la otra banda del Tomebamba, donde se desarrolló el barrio de San Roque. Sus sacerdotes atendieron las misiones del Marañón, por la cercanía y comodidad de apoyo. Fueron expulsados por orden del Rey Carlos III, en 1777, causando perturbación en la vida social y cultural de la Iglesia. La jurisdicción de la iglesia de Cuenca era vicaría del Obispado de Quito que, a su vez era sufragáneo del obispado de Lima. La prosperidad económica y política de la Iglesia comarcana fue reconocida por el Obispo de Quito. Ilmo. Juan Nieto Polo del Águila, quien propuso al Rey de España la necesidad de constituir el obispado de Cuenca. Iniciativa que fue asumida con empeño por el cabildo y vecindario cuencanos.



Los trámites para la aprobación incluían la delimitación de la jurisdicción y la adecuación de la iglesia catedral. El obispado de Cuenca se erigió por decreto papal de 16 de enero de 1769, confirmada por el Rey Carlos III, mediante real cédula, dada en Aranjuez, el 13 de junio de 1773. El primer Obispo fue El Exmo. Joseph Carrión y Marfil quien ejerció la sede desde 1786 hasta 1799. Se sucedieron trece obispos en la sede episcopal de Cuenca.
El Obispado de Cuenca ejerció fuerte influjo en la vida regional y nacional, durante le época independentista y republicana, por su identificación con los valores propios de la sociedad tradicional, anclada en la propiedad de la tierra y en la defensa de la religión. Esta característica se posibilitó porque conservó la fortaleza económica, fundamentada en la posesión de la tierra y de las rentas adquiridas durante la etapa colonial. Al relativizarse este privilegio, durante los regímenes liberales, la Iglesia debió volver a la práctica pastoral y religiosa que le es propia.

El Obispado de Cuenca ejerció una labor fundamental en la formación del clero diocesano, a través del Colegio real y Seminario Conciliar, San Luis, instituido por merced real de Fernando VII, 1813, para la educación de los seminaristas, bajo la disciplina del Concilio de Trento. Dicho establecimiento fue galardonado, en 1815, con escudo de armas, por ser colegio real. En 1818, el Obispo José Ignacio Cortázar inauguró los cursos del seminario menor y mayor, con una capacidad de 50 alumnos, en el antiguo edificio de propiedad de los jesuitas.
En el siglo XIX este colegio-seminario fue el centro de educación más importante de la región, donde se formaron los intelectuales más relevantes de la cultura comarcana. Los exponentes más altos de la ciencia y literatura regional han sido los miembros del clero y de la élite educada en este establecimiento de formación. La cultura de Cuenca tiene una fundamentación clásica impuesta por la capacitación humanística recibida en las instituciones educativas regidas por la Iglesia.
El 12 de abril de 1957, al conmemorarse cuatrocientos años de la fundación de Cuenca, el Papa Pío XII, con la aprobación del Presidente del Ecuador, Dr. Camilo Ponce Enríquez, elevó al obispado de Cuenca a la categoría de arzobispado, incluyendo en su jurisdicción como sufrgáneas a las diócesis de Loja, Azogues y Machala. El primer arzobispo fue Mons. Manuel de Jesús Serrano Abad.


La elevación de la Iglesia de Cuenca a la categoría de arzobispado reconoce el valor histórico de la vida institucional de la Iglesia, en el contexto regional, del Austro del Ecuador, donde ha desarrollado una particular forma de vida espiritual y moral. La historia regional del Arzobispado de Cuenca mantiene estrecha relación con la vida material y religiosa de las diócesis y parroquias que están bajo su coordinación pastoral.
