La Arquidiócesis de Cuenca celebró a inicios de julio la XII Semana Social, con el objetivo de promover, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, la reflexión sobre temas de interés político, económico, ambiental y social. La propuesta no fue solo conocer la realidad de nuestra sociedad sino crear conciencia sobre nuestra responsabilidad ante temas tan importantes y generar compromisos para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
La Doctrina Social de la Iglesia ofrece orientaciones para la “promoción de los derechos humanos, para la tutela de la familia, el desarrollo de instituciones políticas auténticamente democráticas y participativas, una economía al servicio del hombre, un nuevo orden internacional que garantice la justicia, la paz y para una actitud responsable hacia la creación” (Cfr. San Juan Pablo II).
Entonces, podemos decir que la Doctrina Social de la Iglesia es un conjunto de principios orientados para la relación entre la Iglesia y la sociedad civil. Esos principios no pretenden organizar un sistema sociopolítico especial, sino ofrecer grandes puntos adecuados para ayudar a las personas a vivir de una manera más humana y fraterna a la luz del Evangelio de Cristo.
No compete, por lo tanto, a la Iglesia dar normas sobre un tema meramente humano o temporal como el construir, o no, un puente en determinado barrio, una autopista en una ciudad o un sistema de transporte. Sin embargo, cabe a ella orientar a sus fieles y demás personas de buena voluntad sobre temas que se refieren a la sociedad civil, así como a la ética, por ejemplo, el aborto, la eutanasia, la ideología de género, la familia, ciertos sistemas de ideas políticas radicalmente anticristianas, la corrupción social, los abusos de toda índole, el cuidado del medio ambiente.
Las permanentes circunstancias que padece el mundo contemporáneo y las deplorables condiciones de subdesarrollo en que se encuentran aún demasiados países, demuestran la permanente actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia y la necesidad de partir desde una perspectiva justa. Esta perspectiva se centra en la verdad del hombre, que es descubierta por la razón y confirmada por el Evangelio de Jesucristo, que proclama y promueve la auténtica dignidad y la natural vocación social de la persona.
El compromiso social de los cristianos laicos se puede nutrir y ser coherente, tenaz y valeroso solo desde una profunda espiritualidad, esto es, desde una vida de íntima unión con Jesús. Sin vida espiritual y sin un compromiso con los más pobres, nuestros reclamos se convierten en meros discursos ideológicos.
El compromiso social es el medio para que los laicos sean capaces de expresar las grandes virtudes humanas y cristianas a través del ejercicio de la difícil responsabilidad de edificar una sociedad menos lejana del gran proyecto providente de Dios.