El Papa Francisco nos habla con frecuencia de la evangelización de las periferias
existenciales, pues, el Señor nos llama al compromiso misionero, que es anuncio de la
Buena Nueva a todos los pueblos. El Evangelio relata los inicios de la vida pública de
Jesús en las ciudades y en los poblados de Galilea. No parte del centro religioso, social
y cultural sino de la periferia, una zona donde vivían muchos paganos. El ejemplo de
una Iglesia en salida nos lo da el mismo Señor.
Jesucristo, el primer misionero, nos enseña que la Buena Noticia, que Él trae, no está
reservada a una parte de la humanidad, sino que se ha de comunicar a todos. Es un feliz
anuncio destinado a quienes lo esperan, pero también a quienes tal vez ya no esperan
nada y no tienen ni siquiera la fuerza de buscar y pedir. Partiendo de Galilea, nos
recuerda que nadie está excluido de la salvación de Dios, es más, que Dios prefiere
partir de la periferia, de los últimos, para alcanzar a todos (Cf. Papa Francisco, Ángelus
26.01.2014).
Nos enseña también qué método hemos de utilizar en nuestra tarea, es decir, la
misericordia del Padre: Él vino a anunciar el Evangelio a los pobres, la liberación a los
oprimidos y a los afligidos el consuelo, curó a los enfermos y perdonó a los pecadores.
Jesús comienza su misión no sólo desde un sitio descentrado, sin importancia, sino
también con hombres trabajadores, que no buscaban ningún protagonismo en la
sociedad. Para elegir a sus primeros discípulos y futuros apóstoles, no se dirige a las
escuelas de los escribas y doctores de la Ley, sino a las personas humildes y sencillas,
que solo esperaban la venida del Reino de Dios. Va a llamarles allí donde trabajan, a
orillas del lago: son pescadores. Les llama, y ellos le siguen, inmediatamente. Su
verdadera pobreza la manifiestan mediante el desprendimiento de todo. Confiaron solo
en Dios, por eso lo siguieron sin dudar. Jesús se convirtió en su único tesoro.
El Señor pasa por los caminos de nuestra vida cotidiana, nos llama a ser luz en el
mundo con el buen ejemplo de nuestra vida. También hoy hay que anunciar la Buena
Nueva en diversas culturas y ambientes alejados de Dios. En medio de tanta violencia,
atentados contra la vida y la honra de las personas, el mundo necesita mensajes
positivos y el anuncio de la verdad.
Con renovadas fuerzas, asumamos el compromiso de custodiar y alimentar la fe del
Pueblo de Dios. Para hacerlo, no bastan las planificaciones y proyectos, la conversión
personal y pastoral no es solo cuestión de normas y opciones de trabajo pastoral. Para
que los planes pastorales nos entusiasmen y se hagan realidad, hemos de optar por
Jesucristo, aceptando libremente su llamada a seguirlo, imitar su ejemplo y dar buen
testimonio. Con Jesucristo queremos encontrar la vida verdadera, la vida digna, la vida
que queremos para todos.
La fe en Jesucristo nos libera del aislamiento y nos lleva a la comunión con el hermano.
Bien nos decía el Papa Benedicto XVI, que el encuentro con Dios es encuentro con el
hermano, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y
hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en
la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos
con su pobreza (Cf. Discurso inaugural Conferencia de Aparecida, 2007).
