El Papa es Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Apóstol Pedro, Siervo de los siervos de Dios.
Jesús, estando en Cesarea de Filipo, le dijo a Simón: “Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes del infierno jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”. (Mt. 16,18-21). San Pedro recibió de Jesucristo este poder de “atar y desatar” y se ha ido transmitiendo a sus sucesores a través de dos mil años.
La misión encomendada por el Señor a Pedro y a sus sucesores es la de dirigir y cuidar a su rebaño, confirmar la fe del Pueblo de Dios. Está llamado a ser el primer servidor entre los discípulos de Cristo.
Después de la muerte de nuestro querido Papa Francisco, los cardenales, reunidos en Cónclave, han elegido al nuevo Sucesor de Pedro, designación que recayó sobre el cardenal Roberto Francisco Prevost, que ha tomado el nombre de León XIV. Es el segundo pontífice que da el continente americano a la Iglesia universal. Su nacionalidad estadounidense y peruana lo hace cercano a nuestro pueblo, a su cultura, lengua y tradiciones. Durante muchos años fue misionero en el Perú, siendo Obispo de Chiclayo y misionero entre los campesinos de ese país.
En su primer discurso a Roma y al mundo entero, desde el balcón de la basílica de san Pedro, nos recordó las palabras de Cristo en el día de la resurrección: “La paz esté con ustedes. Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. Yo también quiero que este saludo llegue a todas las familias, a todos los pueblos, a toda la tierra: la paz esté con ustedes. Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, que nos ama a todos de manera incondicional”.
Con voz serena y sonrisa amable se presentó ante el mundo como un hombre de Dios, equilibrado y humilde, dispuesto a construir puentes y no muros, nos invitó a no tener miedo y a confiar en Dios Padre, que nunca nos abandona: “Todos estamos en manos de Dios, por lo tanto, sin miedo, todos unidos de la mano de Dios y entre nosotros, avancemos. Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede, el mundo necesita su luz. La humanidad le necesita como el puente para ser alcanzada por Dios y su amor. Ustedes, construyan puentes, mediante el diálogo y el encuentro, para ser un único pueblo, siempre en paz”.
La fiesta que hemos vivido con la elección del Papa León XIV es una gran oportunidad para manifestar nuestra filial adhesión a las enseñanzas del Santo Padre, a su magisterio, y para comprometernos a conocerlas y ponerlas en práctica.
Nuestro amor y la sincera oración por el Papa son manifestación del amor a Cristo. Amor que se demuestra en la petición diaria por su persona e intenciones: “Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira con bondad a tu siervo León XIV, a quien constituiste pastor de tu Iglesia; concédele que su palabra y su ejemplo aprovechen al pueblo que él preside, para que junto con el rebaño que le confiaste, alcance la vida eterna”.
