La Arquidiócesis de Cuenca, se ha caracterizado por tener pastores, religiosos y laicos que se han esforzado para que la vida cristiana, de esta porción del pueblo de Dios, esté animada por los Planes de Pastoral; los mismos, que han ido respondiendo al Concilio Vaticano II, a las Conferencias del Episcopado Latinoamericano; así como, a los Planes de Pastoral de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
Para el trabajo de una pastoral de conjunto, la Arquidiócesis cuenta con nueve Vicarías Episcopales: Inmaculada Concepción, Santo Hermano Miguel, Espíritu Santo, Cristo Salvador, San José, Santiago Apóstol, San Juan Bautista, Santa Isabel y Natividad de María. También están las Vicarías Funcionales: Judicial y de Vida Consagrada. Las nuevas vicarías, sobre todo las urbanas, responden a las necesidades pastorales de nuestra ciudad, que ha experimentado un notable crecimiento en los años recientes, lo que ha originado la formación de estas nuevas vicarías, para facilitar la asistencia pastoral según las necesidades de los fieles. La pastoral urbana exige una mayor inserción de los pastores en medio de un pueblo diverso y multicultural.
Como lugares de comunión, formación y participación se han establecido la Asamblea Pastoral Arquidiocesana, el Consejo de Pastoral Arquidiocesano, la Asamblea del Presbiterio, el Consejo de Presbiterio, el Colegio de Consultores y los Consejos de Órdenes y Gubernativo de Bienes. También los Consejos Parroquiales de Pastoral y Económico.
La participación de los bautizados en estos órganos y en los procesos de toma de decisión, rendición de cuentas y de evaluación, ya está previsto en el derecho canónico y resaltado en el documento final de Sínodo de la Sinodalidad (tercera parte).
Cada uno de estos organismos participa en el discernimiento necesario para el anuncio inculturado del Evangelio, la misión de la comunidad en su propio ambiente y el testimonio de los bautizados que la componen. Una Iglesia sinodal se basa en la existencia, eficiencia y vitalidad efectiva, y no meramente nominal, de estos órganos de participación, así como en su funcionamiento conforme a las disposiciones canónicas y el cumplimiento de los estatutos y reglamentos que los rigen.
Es esencial que estos órganos incluyan a personas bautizadas comprometidas con el testimonio de la fe en las realidades ordinarias de la vida y en las dinámicas sociales, con una reconocida disposición apostólica y misionera, y no sólo a personas dedicadas a organizar la vida y los servicios dentro de la comunidad.
Aún persisten dificultades de coordinación entre movimientos eclesiales, integración en los consejos pastorales, actitudes clericalistas, sectarismo; estos obstaculizan para que la diversidad de dones y carismas se conviertan en una particular riqueza para la Iglesia. Hay posturas cerradas que no tienen la suficiente apertura para la participación efectiva de los laicos en la vida pastoral. Debemos seguir trabajando para formar apóstoles que con su palabra y el testimonio de vida cristiana sean luz en la Iglesia y en la sociedad.
