En marzo contemplamos con mucha devoción la personalidad de San José y su papel en la vida de Jesús. Sabemos que fue el esposo de María, que estuvo siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel. Para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero. De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, trabajando como carpintero.
¿Por qué en este tiempo, caracterizado por imposiciones ideológicas que buscan destruir la identidad y la naturaleza del hombre, del padre, del esposo, del hijo, hablamos de San José como padre, si algunos piensan que este término es sinónimo de opresión que genera desigualdad social y violencia?
Verdadero padre no es el hombre que se impone por la fuerza y abusa de los débiles. Es el servidor, el que, por amor, es capaz de entregar su vida por los seres amados.
Jesús vio la ternura de Dios en José. San José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.
José acogió a María sin poner condiciones previas. Confió en las palabras del ángel. Asume la responsabilidad que Dios le concede: custodio de Jesús y María. La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo débil, lo pequeño.
La valentía creativa surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, pero José no perdió el tiempo quejándose ante las dificultades, se puso a trabajar. Un hombre que no tiene iniciativas, que no es creativo, que no se ilusiona por nada, no vale para ser padre de familia ni vale para ser sacerdote.
El Papa Francisco destaca que José es para Jesús la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace solo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido, ejercita la paternidad respecto a él (Carta Apostólica Patris Corde, 2020).
En la sociedad de nuestro tiempo, muchos niños carecen de padres. También la Iglesia de hoy necesita padres: hombres que amen, que demuestren ternura y no violencia o desprecio a sus hermanos. Hombres que confíen y obedezcan a Dios. Hombres acogedores, que formen comunidades de puertas abiertas, sin imposiciones ideológicas que dividen al pueblo de Dios. Hombres valientes, creativos, trabajadores y humildes, que hagan presente al Señor y nunca busquen ser los protagonistas ni el centro de la Iglesia.
